Museo de los Aretes Perdidos

El Misterioso

Nada sentimental me unía a él, que no fuera el solo hecho de su atractivo físico. Era uno de mis preferidos, sobre todo, porque portaba una hilera de piedras de mi color favorito, el azul marino.  Lo adquirí de una vendedora que ofrecía una joyería totalmente diferente, con diseños exclusivos de muy buen gusto, calidad y durabilidad. Le llegué a comprar varias piezas que hasta hoy conservo. 

Un día, en el salón de belleza, me quité los aretes y los guardé en mi bolsillo. Cuando terminaron de atenderme, pensé inmediatamente ponérmelos. Para mi sorpresa, sólo apareció un solo arete, a pesar de que nunca los saqué de mi bolsillo.  La dueña del salón, sus colaboradoras y yo, volteamos “patas para arriba” el local, incluso buscamos en los lugares más recónditos y nuestra búsqueda fue totalmente infructuosa. Debo decir que, a la fecha, he buscado en internet para ver si encuentro una pieza similar y no he podido.  Ese estilo de joyería es muy particular, de los artesanos de Bucaramanga, Colombia. La verdad es que la pérdida de ese arete fue un gran misterio que me hubiera gustado resolver. A pesar de los años que han pasado, siempre tengo la esperanza de algún día volverlo a encontrar.

Carmen Elida Contreras
Año, 2006.





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